Cómo comenzó todo...

Ser madre a los 24, si así me pasó.
Me quedé embarazada sin planearlo en cuarto de carrera mientras compaginaba estudios, trabajo y multitud de planes de futuro. Lo recuerdo cómo si fuera ayer y es que los inicios fueron muy complicados. Durante los primeros meses cómo si de secreto de estado se tratase recorría los pasillos de aquel centro comercial dónde había sido contratada para unas vacaciones de navidad disimulando las náuseas y me cambiaba a escondidas antes de entrar a los turnos del hospital para que nadie pudiera darse cuenta de que ya usaba pantalones de premamá.
Pero pronto pasó a ser un secreto a voces y escuchaba con claridad cuchicheos sobre mi barriga incipiente en la facultad e incluso hasta en mi propio entorno más cercano. Al principio me afectaba bastante, hasta no poder disfrutar de lo que estaba viviendo pero reconocí que esto podía pasar con cualquier cosa que hiciera así que decidí vivir sin importarme lo que los demás dijeran.

¿Dónde está el problema? Para que os hagáis una idea, todos los estudios llegan a la misma conclusión, la mejor edad para ser madre, biológicamente hablando, es en torno a los 25 años y para más inri, la década de los 20 es donde mejores condiciones se dan para concebir y dar a luz un hijo. Entonces, ¿por qué tendemos a señalar a quienes se embarcan en esta aventura cuando son relativamente jóvenes?
Puede que no sean las condiciones más favorables, o quizás sí. Puede que aún no tengan trabajo estable, o quizás sí. Puede que todavía no convivan juntos, o quizás sí. Puede que no lleven mucho juntos, o quizás sí. Puede, que en esta sociedad tendamos a decirle a los demás lo que es negro o blanco sin darnos cuenta de que existen los grises, que pensemos que lo que se salga de conocido cómo “normalidad” sea incorrecto, porque en muchas circunstancias no hay buenos o malos, sino que todo vale y aún más importante, que la vida es de cada uno y que, como decía la canción, tiene derecho a vivirla a su manera.

Así que esta es mi realidad, con 24 años soy madre primeriza, con todos sus pros y sus contras, de una niña maravillosa. Sí, mi vida ha cambiado y mucho, hay días difíciles en los que todo me supera, pero si me caigo me levanto y por eso mismo, no me arrepiento de nada. Porque las personas somos imperfectamente perfectas y es ahí donde reside nuestra belleza


Si quieres saber cómo continúa la historia... quédate con nosotras.

Comentarios